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El día que me indigesté por leer a Ángeles Mastretta

 

 

Tenía dieciocho años la primera vez que leí a Ángeles Mastretta. ¿El libro? La compilación de relatos Maridos (Seix Barral, 2007). Me enamoré de su forma tan peculiar de narrar y armar cada cuento de amor y tragedia marital; no hacía más que soñar en tener todas las obras de esta escritora poblana y ser insolentemente feliz. Incluso quise escribir mis propios dramas, sin lograr arrancar tantos suspiros como ella (sigo en el intento).

 

Ángeles Mastretta, para quien no la conoce, es una escritora mexicana que nació en la bella ciudad de Puebla un 9 de octubre de 1949. De formación periodista, pero de vocación escritora, de historias de amor cubiertas de ligeros matices feministas.

 

Después de nuestro primer encuentro pasaron muchas cosas en mi vida, y muchos libros también, aunque ninguno nacido de su pluma. Hasta principios del apocalíptico 2012, cuando en medio de una crisis que amenazaba con convertirme en nini de tiempo completo, mi bienamado resolvió alegrarme los días llevándome a la librería a que eligiera un libro.

 

Un ejemplar de la novela Arráncame la vida (1985) me acompañó de regreso a casa. Para esto ya conocía la historia gracias a la adaptación cinematográfica que le hizo Roberto Sneider en 2008, cuando me enamoré de Giménez Cacho y su General Ascensio. En el fondo creía que Catalina era una boba por casarse con un hombre que la hiciera viuda antes de los cuarenta. Pero qué hermoso idilio el que tuvo con Carlos, su verdadero gran amor. Suspiros.

 

Pasaron diez meses, regresé a la escuela y conseguí un empleo con un sueldo que me alcanzó para adquirir dos libros más antes de fin de año: Mujeres de ojos grandes (Seix Barral, 1990) y Mal de amores (1996).

 

En Mujeres de ojos grandes, que parece el precedente perfecto de Maridos, encontré nuevos relatos pero esta vez de mujeres valerosas que después de muchos años de vivir debajo del brazo de un hombre se aventuran a descubrir el mundo y se permiten saborear la libertad. Todo va bien hasta aquí.

Luego seguí mi lectura con Mal de amores. En ella una chica vive por siempre enamorada de un hombre que le causa más mal que bien; se la pasan en un tire y afloje eterno, a pesar que ella toma la decisión de casarse y formar una familia con otro.

 

En esta obra lo que me gustó fue el contexto que cubre la historia: plena revolución mexicana. Un detalle que conecta entre sí la obra de Mastretta. No solo explota al máximo la imagen de la mujer abnegada, dependiente al mil por ciento de un hombre y que sueña con ser dependiente de otro que le habla menos golpeado. El conflicto revolucionario también es un tema recurrente en sus obras. En Arráncame la vida Catalina se casa con un ex militar revolucionario. En Mal de amores Emilia recorre el país detrás de un hombre que libra mil combates en nombre de la nación.

 

Esto de la Revolución Mexicana es interesante, si se toma en cuenta que no sólo se buscaba la liberación de un pueblo. Muchas mujeres emergieron, salieron de las sombras o la opresión de un matrimonio mal logrado para tomar las riendas de su familia y de su vida. Los hombres se fueron a pelear por la libertad, las mujeres se quedaron a aprender a manejar su propia libertad.

 

Con mucho valor y esfuerzo se colocaron a la cabeza de la casa, defendieron a sus críos, se hicieron del alimento de cada día por su propia cuenta y se liberaron de la opresión masculina que las mantenía en silencio e imposibilitadas de tomar decisiones. Otras mujeres encontraron la liberación en los campos de batalla, donde la exclusividad masculina salió bailando. No dudo que las adelitas hicieran algo más que calentarle las tortillas a los generales, y lo creo más cuando las encuentro en fotografías ataviadas con carrilleras y portando orgullosas un rifle sobre el pecho.

 

Llegando al común denominador de la obra de Mastretta, es cuando como lectora prefiero alejarme un poco. La historia siempre es rosa, la protagonista sufre, llora y se revuelca de dolor por enamorarse de quien no debe para después conocer a otro hombre menos malo y volver a llorar, sufrir y revolcarse de dolor. ¿En serio, Ángeles Mastretta, no puedes escribir sobre mujeres que van al espacio y se enamoran de un extraterrestre con mil antenas y un sólo ojo? Al menos habría un poco de verde en la situación.

 

Ya, en serio. Después de leerla tanto en menos de diez meses, me hice el firme propósito de no volverlo a hacer. Llega un momento en que no encuentras la diferencia de leer estos dramones a los que ve tu madre en la telenovela de las cinco de la tarde. Amé mi época Mastretiana, pero fue suficiente para abrir mis ojos como las mujeres de sus relatos y darme cuenta que intelectualmente no me dejaba nada. Solo suspiros y nostalgias ajenas que no hacen bien ni a la mente ni al corazón.

 

Aunque debo confesar, cuando una amiga me pide consejo sobre que leer cuando quiere iniciarse en este bello arte, le recomiendo a Ángeles Mastretta y sus historias llenas de lágrimas y miel. ¿Por qué? Porque esa indigestión me permitió salir de un tremendo abismo literario entre la saga Harry Potter y no tener idea de qué hacer con mi vida.

 

P.D. Tengo otras dos publicaciones donde colabora ella: José Saramago en sus lectores (Alfaguara, 2010) y La lujuria perfecta (Cal y arena, 2004). Y sí, solo las compre porque salía su nombre en la portada. En la primera solo aporta dos líneas, donde expresa su sentir hacia el escritor y en la segunda aparece con una breve opinión (de cinco páginas) sobre la intimidad. 

Autor: Celeste Romero

 

 

Nacida en la ciudad fronteriza de Tijuana, durante el segundo mes del año de 1990. Pseudo escritora, soñadora, zurda y declarada amante de los felinos. Le gusta la música escrita/compuesta por Paul McCartney, disfruta de lecturas variadas y el color azul siempre será la primera opción. Aclara que no es experta en ortografía, aunque es uno de sus más grandes anhelos.

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