top of page

La otra parte

 

Es muy curioso cómo las personas me observan, algunas disimuladas me regalan miradas pasajeras. Otros, "los aventados", no la disimulan tanto y hasta se atreven a preguntarme qué me pasó en el rostro: ¿Te golpeó tu novio? ¿Te caíste? Algunos amigos tienden a dejar de lado algo obvio y actúan como si nada, algunos otros lo platican con tanta naturalidad que hasta hacen bromas, pero aún así, en ciertos momentos, atrapo con redes a sus ojos fisgones mientras me distraigo.  
Esto ya no me abochorna como cuando era una niña, pero tampoco siento un orgullo por ello; solo es y lo dejo ser ante su existencia. Tenía ganas de escribirle a esa otra mitad de mi rosto, la que siempre cubro con mi cabello para que disimule un poco su presencia. Ha formado parte de una dualidad emocional que contempla cierto tormento y orgullo en mi vida, sobre todo mi infancia, donde golpean los ecos de las palabras con los apodos de "Dálmata, Moreteada". Actualmente todo eso me causa risa, hasta considero una ventaja ser distinta, pero siempre llega [¡Oh sí, y cómo batallo con él!] ese pensamiento perturbarte que me hace sentir imperfecta, como ese despreciable grano que te acaba de salir en el trasero y no te deja sentarte bien.            
Justamente ayer conversaba de cómo uno llega a ser perfecto, mientras más imperfecto sea. Todos en algún momento de nuestra existencia nos sentimos imperfectos, como si no encajáramos en nuestro contexto, pero en realidad ¿qué tan imperfecto te sientes? Este punto me hace referirme a cuando mis amigas empiezan a quejarse de que están gordas o que no se sienten bonitas, creo que si estuvieran en mi situación ya se hubieran cortado la mitad de su cara, andarían por la calle con una oreja, un ojo, media frente, media nariz y la mitad de su sonrisa.     

A pesar de la aceptación por parte de las personas que me rodean, sigo creyendo que no soy de este planeta, quizá en algún momento resida en la luna y sea parte de los elipses de luna roja, o quizá no, pero todavía hay tiempo para imaginar cualquier cosa, bien dice Cortázar. En momentos juego con ello, recreo historias, me imagino que he sido marcada porque realizaré algo histórico, algo inolvidable; que soy parte de una secta diabólica, pero que todavía no tengo edad para saberlo, o que a Dios se le cayó la tinta cuando me creaba y le gustó tanto que prefirió dejarme así, medio anómala.           

Algunos sujetos me han preguntado ¿Te lo quitarías? La verdad es que desconozco la respuesta, en ciertas mañanas cuando me miro al espejo me digo que sí, pero otros días simplemente me gustaría dejarlo ahí en mi mejilla, justo donde está. Me hace saber quién soy y aunque no todos logren comprenderlo, aunque cada quien tenga a sus pequeños demonios internos, recrea cierta satisfacción de que no me confundirán con otra; ese concepto de identidad que buscamos día tras día y que se alimenta de nuestras experiencias.

Esa  mitad, el lado oscuro, lo oculto, la otra parte de mi rostro, figura en el equilibro de esta dimensión: el día y la noche, el sol y la luna, lo blanco y lo negro, lo bonito y lo feo. Al final, simplemente me hace comprender que todos tenemos otro lado, tal vez desconocido, y que varado en la nada, las miradas dejan de tener sentido.

Autor: Gabriela Ávila

 

Laddiiee Bluee, muchos la conocen así, más que como Gabriela Ávila.

Estudia la Lic. en Comunicación. Ha participado en proyectos de fotografía (FOTOFÉ). Es directora general de Di notte nel Cabaret participando en del guión teatral, con diversas presentaciones, entre ellas el evento multidisciplinario NECROSIS. 

Deja un comentario a nuestro colabordor

bottom of page