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Todas las toallas la toalla

 

Te he hablado de Mila antes. Mila es una perra lindísima y simpatiquísima, muy coqueta y juguetona. Juega con sus huesos, con sus cuerdas y con sus toallas. Sus toallas. Originalmente había una sola toalla y era por mucho el juguete favorito de Mila. Lo mordía, lo zarandeaba, rodaba con la toalla; te la acercaba pero no dejaba que la tomaras, y si alcanzabas su toalla, forcejeaba contigo hasta quitártela; luego huía con ella. Mila era la felicidad en cuatro patas cuando jugaba con su toalla. Jugaba tanto con ella que un día el desgaste provocó que la toalla se partiera en dos pedazos.

 

Mila estaba confundida, no entendía muy bien qué había pasado. Yo la observaba, creí que se pondría feliz, ahora tenía dos toallas. El cielo. Pero no, Mila no se veía más feliz, se veía confundida. Miraba un pedazo, luego el otro, los olfateaba, los movía con el hocico como si intentara unirlos, luego me miraba a mí y a sus toallas, me miraba como buscando una explicación. Lo siento Mila, esas cosas pasan. No pude quedarme con ella más tiempo, tenía cosas que hacer, cosas de humano. 

 

A la mañana siguiente salí al patio a ver cómo estaba Mila y me dio mucho gusto verla jugar con un trozo de toalla, como si nada hubiera pasado. La otra parte estaba en el suelo, lo tomé para guardarlo, pero Mila no me dio oportunidad. Inmediatamente soltó la toalla que traía en el hocico y me arrebató la que tenía yo en la mano. Fui por la toalla que estaba ahora en el suelo y Mila hizo exactamente lo mismo. Repetimos el proceso varias veces y el resultado fue el mismo, Mila quería la toalla que yo tomaba.

 

Logré quitarle los dos pedazos y empecé a experimentar un poco. Si arrojaba sólo uno de los dos trozos, Mila no iba por él y me miraba hasta que arrojaba el segundo, luego iba por el más cercano e ignoraba el otro. En general era feliz jugando con uno de los dos pedazos de toalla siempre y cuando nadie más tuviera el otro. Intenté meter otras toallas al juego, pero a Mila sólo le importaba la suya. Era muy curioso verla seguir esa dinámica y no me cansaba de molestarla. Mila y su bitoalla, Mila y su twoalla, Mila y su toalla cuántica. 

 

Hace ya varios años de eso, Mila ya no está conmigo pero me gusta hablar de ella como si me estuviera esperando en casa. La extraño, la extraño mucho y cada vez que veo un perro la recuerdo. Cada vez que acaricio un perro es una caricia para Mila. Hoy entiendo la toalla, las toallas que para Mila era y serían siempre una sola. Es como los bebés que no comprenden la permanencia de los objetos, que cuando algo sale de su campo de visión creen que deja de existir. Mila no comprendía que lo que había sido una sola cosa pudiera transformarse en dos cosas distintas, para ella era una sola toalla, no importaba que una parte estuviera aquí y la otra allá. Eso no cambiaba nada.

 

Me gusta creer que es una representación simple del amor, lo que el amor une nada lo separará. Podrá existir la distancia pero no significa nada. Lo que una vez fue, lo será para siempre. Mila no entiende concepciones del tiempo y del espacio, o tal vez las comprende mejor. Por eso sé que no importa qué tan lejos esté, mi perra y yo seguimos siendo una sola toalla.

Autor: Miguel Montenegro

Cuento 

 

Nació en Culiacán, Sinaloa, pero fue criado toda su vida en Tijuana. Estudiante de Ingeniería Industrial en el Tecnológico de Tijuana y guía de recorridos en CECUT. También ha publicado textos para la revista Diez4.

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